Monday, September 1, 2014

Escrito Proyecto 2


Su mente estaba cambiando, pero los cambios eran tan lentos y tan imperceptibles que no se daba cuenta de ellos.

A veces, aquellas vibraciones volvían y le estremecían hasta que quedaba paralizado en el suelo, pero de cada vez eran menos frecuentes.

Por las noches, empezó a soñar con Helen.

Sueños lúcidos.

Dejaba atrás su cuerpo y su consciencia se trasladaba, directamente, en una especie de teletransportación instantanea, al cuarto de la joven. Era una acción más fácil que pestañear.
Luego se pasaba largo tiempo acariciando, con manos invisibles, sus cabellos rubios y rizados, que caían como cascadas de oro, entre las sábanas. Su respiración acompasada le inundaba todo su ser en una luz aurea.

Luego se posaba sobre ella, como una hoja que cae, lentamente, de un árbol, y, cerrando los ojos, se dejaba inundar por esa luz que de ella emanaba. Sus sentidos se abrían a ella, como flores, recibiéndola en toda su plenitud. Sus risas exageradas y luminosas. Sus correteos. Su energía. El latido frenético de su corazón mientras se emocionaba por algo. Sus bailes improvisados. Sus enfados repentinos, como tormentas de verano que descargan su furia con toda su fuerza. Toda esa energía irrefrenable se introducía dentro de él y, cuando eso ocurría, la abrazaba con tanta felicidad que podía haber movido, solamente con la fuerza de su voluntad, galaxias y universos enteros.

Y, justo cuando sentía que estaba lleno de su esencia, justo en ese momento de éxtasis, un desasosiego insondable le agarraba por el cuello y tiraba de él, devolviéndolo a su cuerpo con violencia, sin compasión.